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  • Ale

Andrés Cuellolargo y la Papita Horizontal

Updated: Oct 4, 2019

Esta es la historia de un amigo que se llama Andrés Cuellolargo y la vez que se tragó una papita horizontal.

Andres Cuellolargo es un buen amigo. Le gusta mucho hacer deporte (cualquier deporte), pasar tiempo con sus amigos y comer papitas; especialmente papitas fritas, de esas que se fritaron por mas tiempo que las otras y se han endurecido mucho.

Andres Cuellolargo tenía un rasgo muy espcial: su cuello era muy largo. Pero a él no le molestaba que su cuello fuera así de largo. Sin embargo, tenía que tener mucho cuidado porque cada pedazo de comida mal masticada tenía que recorrer un camino muy largo por su cuello antes de llegar al estómago, cosa que era muy dolorosa.

Un día, Andres Cuellolargo estaba comiendo papitas con sus amigos después de hacer deporte, cuando se dió cuenta de que se había tragado una papita. El no se había dado cuenta que no había masticado esa papita. „Pero cómo me pasó esto?“- pensó Andres Cuellolargo. El había aprendido a ser especialmente cuidadoso cuando comía papitas. Pero ya era muy tarde; la papita ya había empezado a descender...horizontalmente. Muy lentamente la papita empezó a bajar dejando un rastro de dolor en la garganta de Andres Cuellolargo. El dolor que sentía debido a la fricción entre los bordes de la papita frita y su esófago era en verdad atroz. Andres Cuellolargo incluso podía senalar con el dedo la posición exacta de la papita en su garganta en cualquier momento. El incluso intentó tomar mucha agua para ascelerar el descenso de la papita, pero no funcionó. „Me va a tocar esperar“ – se dijo a sí mismo. Y eso hizo. Esperó por muchos segundos que lentamente se convirtieron en minutos e incluso horas. Tanto así, que Andres Cuellolargo llegó a pensar que iba a tener que vivir con el dolor causado por la papita horizontal por el resto de su vida.

Pero de repente, justo cuando Andres Cuellolargo había abandonado toda esperanza, por milagro o por coincidencia, el dolor desapareció. La papita horizontal finalmente había abandonado el esfógano y había llegado al estómago. Y fué en este preciso momento en que Andres Cuellolargo se sintió abrumado por tanta felicidad. Estaba tan feliz que le agradeció a la vida por ser tan buena con él y liberarlo de su dolor causado por la papita horizontal. Tambien se dió cuenta de que en la vida, al igual que en ese nefasto momento cuando se tragó la papita horizontal, todas las situaciones malas llegan a su fin y que uno a veces solo tiene que esperar a que terminen, confiando en que uno es capaz.

Fin.



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